martes, 30 de septiembre de 2014

Algo de vos

“Algo”. 

Siempre me molestó no poder ponerle un título. Las cosas sin nombre nunca empiezan y, por ende, jamás terminan. 

Al día de hoy sigue esa nebulosa, esos encuentros esporádicos que evidencian lo mierda que es todo lo otro que no lo incluye.

 Porque estoy bien sin él (¿segura?). Pero con él estoy mejor (te pregunto de nuevo, ¿segura?). Porque me gusta la manera en la que me mira... y no lo digo solo por sus ojos, sino por quién ve él en mí.

Acomodame el alma, yo solo siento cuando estás.

Nunca pude encontrar en otro lado, en otros brazos o en otras manos lo que sentía cuando él me abrazaba o me rozaba.

Solo le pedí que me abrace aún más fuerte y que entendiera que con ese abrazo podía morir tranquila, segura, feliz. 

Y quizás decir lo que era para mí, era quedar como al descubierto, pero nada era comparado con estar entre sus brazos. 

Le expliqué que era mi refugio, que podía venir una tormenta, pero nada me iba a tirar abajo, yo me quedaría, solo porque él estaría conmigo...

domingo, 28 de septiembre de 2014

Deslices por aquí y por allá

Perder la capacidad de desliz es lo peor que puede pasar. 

Perder espontaneidad, sinceridad, a eso me refiero con desliz. A esas cosas que te surgen sin pensarlas, que decimos y hacemos sin procesar. Esos deslices que tantos problemas nos traen, que tanto alboroto causan, que nos hacen decir "perdón, fue un desliz". 

Por culpa de diversos factores, perdí la capacidad de desliz por un tiempo. Bah, no me gusta decirle capacidad, porque no hay que ser capaz en nada, simplemente hay que saber ser y no permitir que otras cosas nos saquen lo más valioso, la característica de pasar las cosas sin filtro, de ser sincero, de no frenarnos por ningún qué dirán ni ninguna otra restricción. 

Pero retomé, volví, estoy teniendo otro desliz...FABULOSO.


viernes, 19 de septiembre de 2014

Atraccion x 4

A veces, solo a veces, rara vez (muy rara vez) cuando aparece un pibe de esos que esperó siempre, que va de frente, que le chupa todo un huevo, que quiere estar con ella... se pone en modo pelotuda/conchuda y le pinta la insegura; cuando va por la vida siendo miss seguridad...

Le pinta la insegura o ¿se hace la insegura? O ¿tiene miedo? O mejor dicho cree tener miedo?. Lo malo de este sentimiento espantoso que la invade es lo que flashea después.
Cae en lo peor, en lo que no-tiene-sabe-y-hace-igual que hacer... le habla a algún ex... ex "algo" (palabra de mierda-algo- como si las relaciones fueran una cosa) con el que a pesar de que ella lo usó siguen llevándose bien y es tan hija de puta a veces. Se siente tan mala no, tan reverenda hija de puta tan busco largar todo lo que me hicieron, tan... esto ya lo viví, pero al revés.

Sí, ya lo vivió porque generalmente (la mayoría de las veces) es a ella a quien la usan. Pero ahora, no sabe si por venganza contra la vida o qué, se la agarra con el pobre pibe. Que es un pibe literalmente. Y le da vuelta el mundo, porque sabe que le dice dos palabras y lo tiene comiendo de su mano...

¿Y por qué lo hace? Ni ella lo sabe.. quizas busca volver a lo conocido porque siente que es mas seguro que lo nuevo. Porque le aterra que la vuelvan a lastimar. Le aterra perder la poca dignidad que le queda en "algo" (y dale con la palabrita imunda) o en alguien que no valga la pena.

¿Le da miedo el amor? ¿arriesgarse? Puede ser... seguramente porque siempre quiso y nunca logró ser querida, solo sentirse una pelotuda más.
Y ahora, para no sentirse más pelotuda, escribe en tercera persona y habla con un ex-algo que por suerte ya es amigo y un ex-algo pibito al que no quiere lastimar,
Al que todavia, seguramente, se arrepiente de haber dejado y al que no sabe por qué motivo vuelve a él.


Todos nos debemos el beneficio de la duda, no?

Complicado y aturdido

Como cuando tomás un poco de más y la vuelta en remo se hace insoportable por ese esfuerzo casi sobrehumano de fijar la mirada en la senda peatonal, la esquina, el quiosco, la estación de servicio, el semáforo; todo para no marearte. 

Pero esta vez es con otra cosa: te empeñás en detener los ojos en lo negativo, en el motivo del "chau", porque escabiaste recuerdos de más. Y marearte te puede llevar a hacer una (otra) llamada pelotuda.

Te sale más o menos bien, apagás la música que es la barra de los recuerdos porque ya estás demasiado ebria de él. O de tu memoria de él, que definitivamente es mucho mejor y mucho peor que él en sí mismo: de repente los momentos llanos se vuelven de película y color rosa; y los de mierda, mucho peor (de alguna manera hay que justificar la distancia, sino la culpa ahoga y el alma explota de angustia).
Seguís en el taxi, al fin y al cabo vas para tu casa, donde el mundo cobra sentido, donde te das cuenta que tomes lo que tomes, fernet con coca o fernet con recuerdos, todo sigue siempre igual. 

Elegís cerrar los ojos, pero te das cuenta que mejor no: así te mareás más y capaz que vomitás. Y vomitar recuerdos es quedarse vacío... Y aunque te perturbe tener todo eso adentro, siempre lo supiste: 

                                                   no tener nada es mucho peor.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Separarse de la especie por algo superior

No sos responsable de ninguno de mis desvelos, ni de mis lágrimas cuando suena un tema en particular, ni de mis escritos, ni de mis malhumores. Es más, casi nunca te pienso. Pasaste en mi vida totalmente inadvertido y el día de mañana no vas a ser una historia que le cuente a mis hijos; pero acá estoy, dedicándote unos renglones, quizás de lo único de lo que seas responsable sobre mi persona.

Es que no tenés nada que ver con un extremo, y uno se desvela, llora, escribe y se malhumora por extremos. Es eso, lo “nuestro” (las comillas son necesarias pero de todas formas me parece grotesco decir nuestro) fue tan mediocre que a veces me pregunto si existió tal cosa o no más fue ausencia-de. Dudo acerca de si fue algo que nunca empezó, o le falta un cierre. O quizás es simplemente así, ¿por qué esperamos que todas las historias y romances y amoríos sean redondos? Aún en las imperfecciones que les permitimos, pretendemos que sean perfectos, con principio y fin; claros, precisos.

Y no. Pero ahí estás, siempre volvés de alguna manera. Sos esa cosa que tengo pendiente; eso que me falta conocer. Esa duda, esas ganas de enojarme con motivo. De poder pensarte sin sentir que estoy flasheando. De concretar; y no lo digo por las ganas de palpar tus promesas, sino por poder escuchar tus melodías y pensarlas para mí. “Es que para mí fui distinta”. A las mujeres nos encanta pensar eso, que fuimos especiales para el otro, no necesariamente amadas, sino diferentes: que los dejamos pensando, que los atontamos, que no nos pudieron entender, que fuimos locas, que nos atrevimos, que no nos cabió una.

Me quedo con esa idea, lo que tal vez hace más triste que para vos haya sido absolutamente nada. Ser una loquita suelta se siente mejor que ser una normal suelta. Y, por suerte, no necesito confirmar nada. O sí, me encantaría, pero sabiendo de tus mañas, jamás me harías saber si te moví más de un cuarto de pelo.


Vos sí que sos especial... eso seguro. El problema es que lo sabés.

Tarde gris en la ciudad y nadie me espera

Vivo en una casa. Me ponés en un patio, me escondés al sol y te encargás de que mis oídos escuchen música de esa que me mueve... y estoy en las nubes. (Literalmente más cerca de ellas que de costumbre). 

Ni siquiera necesito una noche ideal. Hoy no se ven estrellas ni la luna. Pero igual. No sé qué tanto de este paisaje me pone introspectiva. Si lo pienso, son edificios, calles, autos, luces... nada muy poético. Sin embargo, me dieron ganas de escribir. 

Escribirte.

Escuchá una cosa que te voy a decir.

Lo que más odio de nuestra historia no es que haya terminado. Tal vez porque no siento que eso haya pasado realmente. Lo que me rompe la cabeza es pensar que lo tuvimos ahí, que nos tiraron un pase al medio del área con el arquero en cualquier lado y no la metimos. Que nos chocamos la cabeza, o nos desconcentramos, o alguno la pateó para cualquier lado. No nos enamoramos. No, y no me digas que sí, porque no. Nos quisimos, mucho, sí, pero nunca llegamos a amarnos de verdad. Por más te amos que nos hayamos regalado. Y digo regalado; porque era eso, para hacer sentir bien al otro y, obvio, también elevarnos nosotros. Porque amar es hermoso y creer que amás también mientras no te tropezás con la verdad. Pero no, no nos amamos. Porque los que se aman meten el gol. Después, tal vez, pierden el partido; pero hacen bailar a la red de un pelotazo. 

Si me preguntás por qué, no tengo idea. O sí, vos no sos para mí y yo tampoco para vos. Siempre lo supimos, en verdad. Pero nos gustábamos. Y nos queríamos. Y pensamos que esa cuenta daba amor. Linda confusión de vuelta, hasta que caímos; Nos caemos juntos y nos levantamos solos. 

Desde siempre y... ¿para siempre?. Todavía me acuerdo de ese día que te dije "Creemos que es un chau definitivo, sufrimos, nos acostumbramos a no tenernos, creemos que no nos vamos a ver nunca más, nos volvemos a ver... ¿va a ser así toda la vida?", y me respondiste con un tan simple como complejo

Nos caemos juntos y nos levantamos solos. 

Ahora ya sé por qué esto me hizo pensar, y en vos, y en escribirte. Porque somos una noche nublada en la ciudad. Porque es mediocre como nosotros. Porque no llueve, pero tampoco es que se ven las estrellas. Porque no hay mucha gente caminando por la calle, pero sí algo de movimiento porque es sábado. Porque los autos no van ni apurados como un lunes a las 8 de la mañana, ni relajados como un domingo a las 5 de la tarde. Porque si contara la cantidad de ventanas iluminadas en todos los edificios y las casas y las que están a oscuras, el número sería igual. 

Porque siempre fuimos gris, el intermedio, el ni fu ni fa.Y, también, porque hay ese ruido a viento que me suena a soledad.