Al fin te
solté. ¡Qué alivio!!!
Ya nada me pasa, ni me pesa. Ya no me pesás vos.
Es que me
costó… mucho; perdí casi tanto como lo que gané; lloré demasiado.
Me caí, me desmoroné y me rompí más de lo que estaba, creyendo que eras vos el que iba a juntarme los pedazos. Pero no. Si vos estabas más roto que yo…
Me caí, me desmoroné y me rompí más de lo que estaba, creyendo que eras vos el que iba a juntarme los pedazos. Pero no. Si vos estabas más roto que yo…
¿Un roto
para un descocido? Esta vez no. Porque los rotos y los descocidos se dan cuenta
de su desgracia y en algún momento aceptan que quieren y necesitan arreglarse.
Vos seguís roto y cegado. Yo ya no podía con eso ni contra tu egoísmo vil que
tantas veces confundí con amor.
Me fui cargando de vos; tu peso me despedazó.
Cuando ya
no quedaba nada más de mí, mientras mi alma confundida, enroscada y terca te pedía
a los gritos que me rehicieras, desapareciste. Te apagaste. Otra vez.
Pero
apareció alguien con tanta paz y tanto amor que me inundó de paz a mí también.
Me dio toda
la serenidad que necesitaba para entender que sólo yo podía reconstruirme. Bien
o mal, pero tenía que ser yo misma quien lo hiciera.
Me acompañó hasta donde pudo, me transformó y se fue. Dolió como la puta madre, sí, pero le agradecí.
Me acompañó hasta donde pudo, me transformó y se fue. Dolió como la puta madre, sí, pero le agradecí.
Ahora soy
más fuerte, entendí que no tengo que depender de nadie más y que vos no eras ningún
salvador y mucho menos tenías la intención de serlo.
Agarré
todos mis pedazos, les puse la gotita y los acomodé en su lugar. Son cicatrices
lindas, te juro, de aprendizaje. Arrepentirse de errores que te hicieron crecer
es para flojitos, ¿viste?
Y ahí fue
donde descubrí que ya no quedaba ningún hueco para vos, más que un “nosotros” muy
lejano que pegué en algún lado y que, por suerte, no me acuerdo dónde.
Entendí que
te solté cuando mi alma respiró libre y sin carga ni culpa alguna, cuando saqué
todo lo que tenía adentro y te lo escupí en la cara; cuando te dije cuán mierda
me hiciste e inescrupuloso y perplejo me miraste como no entendiendo, si vos no
hacías daño a nadie… Tu egoísmo te gobierna tanto que no deja siquiera razonar
cuando te tiran la verdad en la cara. Y lo siento por vos y tu alma en pena,
pero yo
ya soy libre y voy bien liviana por la vida. Y no sabés qué bien se
siente!!!
Hasta siempre,
mi genio amor.