domingo, 18 de marzo de 2018

Te obedecí hasta donde pude, mi genio amor


Al fin te solté. ¡Qué alivio!!! 

Ya nada me pasa, ni me pesa. Ya no me pesás vos.

Es que me costó… mucho; perdí casi tanto como lo que gané; lloré demasiado.
Me caí, me desmoroné y me rompí más de lo que estaba, creyendo que eras vos el que iba a juntarme los pedazos. Pero no. Si vos estabas más roto que yo…

¿Un roto para un descocido? Esta vez no. Porque los rotos y los descocidos se dan cuenta de su desgracia y en algún momento aceptan que quieren y necesitan arreglarse. Vos seguís roto y cegado. Yo ya no podía con eso ni contra tu egoísmo vil que tantas veces confundí con amor.

Me fui cargando de vos; tu peso me despedazó.

Cuando ya no quedaba nada más de mí, mientras mi alma confundida, enroscada y terca te pedía a los gritos que me rehicieras, desapareciste. Te apagaste. Otra vez.

Pero apareció alguien con tanta paz y tanto amor que me inundó de paz a mí también.
Me dio toda la serenidad que necesitaba para entender que sólo yo podía reconstruirme. Bien o mal, pero tenía que ser yo misma quien lo hiciera.
Me acompañó hasta donde pudo, me transformó y se fue. Dolió como la puta madre, sí, pero le agradecí.

Ahora soy más fuerte, entendí que no tengo que depender de nadie más y que vos no eras ningún salvador y mucho menos tenías la intención de serlo.

Agarré todos mis pedazos, les puse la gotita y los acomodé en su lugar. Son cicatrices lindas, te juro, de aprendizaje. Arrepentirse de errores que te hicieron crecer es para flojitos, ¿viste?

Y ahí fue donde descubrí que ya no quedaba ningún hueco para vos, más que un “nosotros” muy lejano que pegué en algún lado y que, por suerte, no me acuerdo dónde.

Entendí que te solté cuando mi alma respiró libre y sin carga ni culpa alguna, cuando saqué todo lo que tenía adentro y te lo escupí en la cara; cuando te dije cuán mierda me hiciste e inescrupuloso y perplejo me miraste como no entendiendo, si vos no hacías daño a nadie… Tu egoísmo te gobierna tanto que no deja siquiera razonar cuando te tiran la verdad en la cara. Y lo siento por vos y tu alma en pena, pero yo ya soy libre y voy bien liviana por la vida. Y no sabés qué bien se siente!!!

Hasta siempre, mi genio amor.